Aprovechando la visita de una amigo, que más que subirse a las paredes lo que le gusta es subirse a las montaña, decidimos tomarnos el fin de semana de pateo.
El sábado subimos al Arriel, un bonito pico piramidal que se deja ver desde la entrada a Sallent. Elegimos la subida por el valle de Soba, su ruta normal, pues hacía una semana había nevado y no sabíamos como estaría la cosa. Ni David ni yo lo habíamos subido, auque yo había hecho dos intentos infructuosos.
Empezamos la subida por el camino que lleva a Respumoso, pasando por algún bosquecillo de hayas, ya con las hojas prácticamente caídas, pero seguía teniendo un color precioso.
El sábado subimos al Arriel, un bonito pico piramidal que se deja ver desde la entrada a Sallent. Elegimos la subida por el valle de Soba, su ruta normal, pues hacía una semana había nevado y no sabíamos como estaría la cosa. Ni David ni yo lo habíamos subido, auque yo había hecho dos intentos infructuosos.
Empezamos la subida por el camino que lleva a Respumoso, pasando por algún bosquecillo de hayas, ya con las hojas prácticamente caídas, pero seguía teniendo un color precioso.
Nos desviamos hacia el valle de Soba y seguimos caminando hacia el collado de Arriel. El día era estupendo, totalmente despejado, aunque con brisilla fresca.
En fin, llegamos a la cima y a contemplar las preciosas vistas que nos brinda este pico!
Hasta el collado no había ni pizca de nieve, pero a partir de aquí como entramos en la vertiente noroeste, aún quedaba algún retazo de la nevada. Consecuencia: la última pala que es más vertical y que lleva a la cima, en lugar de ser un camino sin problemas, se convirtió en una trepadilla a la que había que prestarle más que atención, puesta la repisas estaban nevadas y heladas. Además, al estar a la sobra y con brisa pasé mi primera sensación de manos heladas de la temporada ¡vaya, qué pronto!
Ya de bajada, despacito despacito hasta el collado y vuelta a bajar por el laaargo valle hasta el coche.
Y cervecita de rigor.
Al día siguiente salió otro día fantástico, realmente bueno para escalar, peeero.... decidimos ir no muy lejos y "alegrarnos la vista" subiendo al Petrechema por Lescun, con idea premeditada de ver de cerca las agujas de Ansabère, que además nos acompañaba Esco que está eufórico por escalar y no las conocía.
Pobre, entre él y David se subían por las paredes (nunca mejor dicho) y andaban haciendo planes como locos.
Otro día precioso en un paisaje de ensueño, vaya valle más bonito!